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QUO VADIS

se obligado á abrirse paso hasta el puente Sublicio, esto es, rodear el Monte Aventino al través de una parte de la ciudad cubierta ahora por un mar de llamas. Y eso era del todo imposible.

Vinicio comprendió que le era necesario retroceder hacia Ustrino, volver desde la Via Apia, atravesar el río más abajo de la ciudad y llegar hasta la via Portuense, que conducía directamente al Trans—Tiber.

Y eso no era fácil, á causa del desórden reinante en la Via Apia.

Iba á serle menester abrirse camino por allí espada en mano.

Y Vinicio no traía armas.

Había salido de Ancio tal como le encontraron en la casa del César las noticias del incendio.

Empero, en la fuente de Mercurio se encontró con un centurión, á quien conocía.

Este hombre se hallaba á la cabeza de unas cuantas decurias, defendiendo el recinto del templo. El joven le ordenó que le siguiera.

Y habiendo reconocido el centurión á un tribuno y un augustiano en Vinicio, no se atrevió á desobedecer esta orden.

El joven tomó en persona el mando de aquel destacamento, y olvidándose en esos instantes de las enseñanzas de Pablo en cuanto prescribían el amor al prójimo, empezó á abrirse violentamente paso en línea recta por entre la multitud con una febril precipitación, funesta para muchos, que no pudieron opórtunamente hacerse á un lado.

El y sus hombres eran seguidos por una lluvia de imprecaciones y de pedradas; de todo lo cual hacía Vinicio el menor caso, esforzándose tan sólo en llegar cuanto antes á espacio más libre.

No obstante, avanzaba poco y con las mayores dificultades.