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QUO VADIS

deslizándose á lo largo de las murallas y deteniéndose por momentos para dejar paso á la fugitiva multitud.

Y en su interior íbase diciendo que aquellos eran esfuerzos vanos.

Probablemente Ligia no estaría en la ciudad y se habría salvado recurriendo á la fuga.

Sería más fácil encontrar un alfiler á la orilla del mar que á la joven en medio de aquel tumulto y de tan horrible caos.

No obstante, quería él llegar hasta la casa de Lino, aun cuando ello le hubiera de costar la vida.

Por momentos deteníase á restregarse los ojos. Luego, rompiendo por un extremo su túnica, le arrancó un peda zo, cubriéndose con él la nariz y la boca, y prosiguió su carrera.

A medida que se acercaba á la orilla del río, sentía aumentar la intensidad del calor.

Sabiendo que el fuego había empezado en el Circo Máximo, pensó al principio que ese calor procedia de sus escombros ardientes, así como del Forum Boarium y el Velabrium, los cuales por hallarse también cercanos debían estar ya consumidos por las llamas.

Pero el calor hacíase ya insoportable.

Un viejo que huía penosamente, apoyado en sus muletas, y pue fué el último á quien vió el joven, exclamó: —¡No os aproximéis al puente de Cestio! ¡Toda la isla se halla envuelta entre las llamas!

Y á la verdad, era imposible hacerse ilusiones por más tiempo.

A la entrada del Vicus Judaeorum (Barrio de los judíos), en donde estaba situada la casa de Lino, el joven tribuno vió salir llamas de entre nubes de humo.

No solamente la isla estaba ardiendo, sino también el Trans—Tiber, ó por lo menos, el otro extremo de la calle en que vivía Ligia.

Recordó Vinicio que la casa de Lino se hallaba rodeada