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QUO VADIS

decenas de legiones en todas partes del mundo, parecían estar tan sólo esperando una palabra de orden, una consigna y un caudillo.

Entre el pueblo empezaba á circular el nombre de Espartaco; pero Espartaco ya no existía: y entretanto los ciudadanos se reunían y armaban de cualquier manera.

Las noticias más monstruosas é inverosímiles iban circulando por todas las puertas.

Declaraban algunos que Vulcano, por orden de Júpiter, estaba destruyendo la ciudad con fuego emanado del centro de la tierra; otros, que Vesta estaba así vengando la transgresión de Rubria.

Los individuos imbuídos en estas creencias no se preocupaban de salvar nada, sino que tomando por asalto los templos ibanse á implorar en ellós la compasión de los dioses.

Pero lo que más generalmente circulaba, era la versión de que el César había dado orden de quemar á Roma á fin de librarse de los olores que exhalaba el barrio del Suburra, y construir una nueva ciudad con el nombre de Neronia.

Y una violenta ira se apoderaba del populacho ante esta idea; de manera que si, como lo había pensado Vinicio, cualquier caudillo hubiera querido aprovecharse de esa explosión de odios, la hora postrera de Nerón habríase anticipado algunos años.

Declase también por otros que el César estaba loco y que pronto vendría una orden suya dada á los pretorianos y gladiadores para que cayesen sobre el pueblo y en él hicieran una matanza general.

Otros juraban por los dioses que de orden de Barba de Bronce habianse abierto á las fieras las puertas de todos los vivares de la ciudad.

Y había hombres que afirmaban haber visto por las calles á leones con las melenas encendidas y á elefantes y