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QUO VADIS

De varios puntos empezaron á oirse voces de ¡Somos tus ovejas, guíanos! » Los que se hallaban más próximos á él decían: «¡No nos abandones en la hora del desastrel» Y se arrodillaban delante de él; viendo lo cual Vinicio, acercóse, tomó la orla de su manto é inclinándose le dijo: —Sálvame, señor! La he buscado entre el humo del incendio y en medio del torbellino de la multitud, sin hallarla en parte alguna; pero creo que tú puedes restituirmela.

Pedro puso la mano sobre la cabeza del tribuno y le dijo: —Ten confianza y ven conmigo.

CAPÍTULO XLVI

Entre tanto seguía ardiendo la ciudad.

El Circo Máximo se hallaba convertido en un montón de ruinas! Calles enteras y callejuelas, en los puntos por donde había estallado el incendio, empezaban á derrumbarse á su turno. Después de cada fracaso alzábanse hacia el firmamento sendas columnas de fuego.

El viento había cambiado y soplaba ahora con impetuosa fuerza desde el mar, llevando hacia los Montes Celio, Esquilino y Viminal ríos de llamas, tizones y cenizas.

Por fin las autoridades había dictado providencias tendentes al salvamento.

Por orden de Tigelino, que se había apresurado á venir de Ancio al tercer dia, empezaron á derribar los edificios del Esquilino, á fin de que el fuego, al llegar á espacios abiertos, se extinguiera por sí solo.

Y eso estaba llevándose á efecto simplemente para salvar los restos de la ciudad; porque no podía ni pensarse en el salvamento de lo que estaba ardiendo.

Y era necesario también ponerse en guardia contra los resultados ulteriores de aquella ruina. En ella acababan