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QUO VADIS

Decíase también que por orden del César las provincias del Asia y del Africa serían despojadas de todas sus riquezas y los tesoros así adquiridos se repartirían á los habitantes de Roma, á fin de que cada uno pudiera construir su propia casa.

Pero al mismo tiempo circulaba el rumor de que había sino envenenada el agua de los acueductos y decíase que Nerón abrigaba el designio de aniquilar la ciudad, exterminando hasta el último de sus habitantes, y en seguida trasladarse á Grecia ó Egipto y gobernar el mundo desde una nueva capital.

Cada uno de estos rumores se extendía con la velocidad del rayo y encontraba fácil ascenso entre el populacho, infundiéndole alientos de esperanza ó produciendo en él estallidos de rabia, ror ó indignación.

Finalmente, aquella inmensa multitud nómada fué invadida por una especie de ansiedad febril.

La creencia, válida entre los cristianos, de que se hallaba próximo el fin del mundo y su exterminio por el fuego, fué ganando terreno y cundiendo hora por hora, hasta entre los que rendían culto á los dioses.

Y había muchos de estos individuos que caían en un estado de marasmo ó de locura delirante. En medio de nubes iluminadas por el incendio, vefan á los dioses presenciando aquel vasto escenario de ruina y desolación, y alzaban hacia ellos los brazos, ya para implorar su clemencia, ó para dirigirles maldiciones á torrentes.

Entre tanto los soldados, con el auxilio de algunos habitantes, continuaban la demolición de casas en el Esquilino y el Celio, como asimismo en el Tras—Tiber, y estos barrios, por tanto, fueron salvados en parte considerable.

Pero en la ciudad propiamente dicha, quedaron destruídos una cantidad incalculable de tesoros acumulados al través de siglos de conquistas: y entre ellos inestimables obras de arte, espléndidos templos y los más precio.s monumentos del pasado de Roma y de su gloria.