Ir al contenido

Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/180

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
178
QUO VADIS

pavor á todos los corazones, tenía desarmada en cierto modo á la multitud.

Después del fuego podrían sobrevenir el hambre y las epidemias, pues para completar aquel cuadro de infortunios, empezaban ya los terribles calores del mes de Julio.

Hacíase imposible respirar el aire, inflamado á la vez por el incendio y por los rayos del sol.

La noche, lejos de traer el menor alivio, presentaha, por el contrario, todas las perspectivas de un verdadero infierno.

Y en el día era horrendo y ominoso el espectáculo que la vista deslumbraba.

En el centro, la gigantesca ciudad de las colinas mirábase convertida en un volcán rugiente; en los alrededores, y hasta los Montes Albanos, divisábase un campamento interminable, compuesto de cobertizos, tiendas, barracas, vehículos, fardos, líos, rimeros, fogatas; todo ello cubierto de nubes de polvo y de humo, iluminado por los rayos del sol enrojecidos al atravesar las capas famosas; y todo ello también poblado de voceríos, gritos, amenazas, imprecaciones de odio y alaridos de terror, que en medio de aquel caos lanzaban multitud de hombres, niños y mujeres en híbrido y monstruoso enjambre.

Mezclados y confundidos con los quirites veíase á griegos, á toscos hombres del norte de cabelleras hirsutas y azules ojos, y africanos, y asiáticos; y entre los ciudadanos había esclavos, libertos, gladiadores, mercaderes, artesa nos, sirvientes y soldados: un verdadero mar de gente que afluía por los alrededores de la isla del fuego.

Diversos rumores y noticias agitaban este mar de seres humanos, cual agitaría el viento las ondas de un mar verdadero.

Estas noticias eran alternativamente favorables ó adversas. Hablábase de una inmensa provisión de trigo y vestidos que debía llegar al Emporium, para ser distribuída gratuitamente al pueblo.