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QUO VADIS

cantidad de buques, barcas y botes anclados de una orilla del Tíber á la otra.

El trigo vendíase al precio increiblemente bajo de tres sextercios y se distribuía gratuitamente á los desvalidos.

Fué introducida en la ciudad una inmensa provisión de vino, aceitunas y castañas; y diariamente hacíase bajar de los montes toda clase de ganado.

Muchos infelices, que antes del incendio vivían en sus escondrijos de las callejuelas del Suburra pereciendo de necesidad, disfrutaban ahora de mucho mayor bienestar.

El peligro del hambre quedó, pues, evitado así por completo; pero era más difícil reprimir los robos, asesinatos y violaciones que á diario ocurrían.

Una vida nómada aseguraba la impunidad á los facinerosos, tanto más fácilmente, cuanto que se proclamaban admiradores del César, y no le escatimaban aplausos siempre que en público se presentaba.

Además, cuando ante la presión de los acontecimientos, se hallaban las autoridades en la imposibilidad de hacerse respetar, por carecer de la suficiente fuerza armada para reprimir los desmanes del populacho en una ciudad ocupada por las escorias del mundo entero, perpetrábanse fechorías inconcebibles.

Todas las noches había combates, matanzas y raptos de mujeres y de niños.

En la Porta Mugioris, punto de reunión de los rebaños que se traían de la Campania, empeñábanse verdaderas batallas, en las cuales perecían centenares de personas.

Por las mañanas veíanse las orillas del Tiber cubiertas de cadáveres de individuos ahogados que nadie recogía y que al permanecer allí insepultas, luego entraban en una descomposición que el calor acrecentado por el incendio aceleraba y llenaban el aire de olores malsanos. Como consecuencia, desarrolláronse enfermedades en los campamentos y ya pudo preverse la inminencia de una epidemia.