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QUO VADIS

Comprendió el peligro que amenazaba las cabezas de Ligia y Vinicio, á quienes amaba, y de todas esas gentes cuya religión no aceptaba él, pero de cuya inocencia estaba cierto.

Pensó también que iba á empezar una de esas orgias sangrientas, insoportables para sus ojos y su temperamento estético, Pero sobre todo pensó: —Debo salvar á Vinicio, quien se volvería loco si pereciera esa doncella Y esta consideración se sobrepuso á toda otra, porque Petronio veía muy bien que ahora iba á emprender el juego más peligroso que hubiera intentado en su vida entera.

Empezó, no obstante, á hablar con la negligencia indiferente y fría que solía adoptar cuando criticaba ó ridiculizaba los planes del César y de los augustianos que no hallaba ajustados á su norma estética. Y dijo: —Habéis encontrado las víctimas! Es cierto. Podréis mandarlas á la arena ó hacerlas vestir las «túnicas dolorosas» (1). También es cierto. Pero, jescuchadme! Tenéis autoridad, tenéis pretorianos, tenéis poder; mostraos entonces sinceros, por lo menos, cuando nadie hay de fuera que nos esté escuchando! ¡Engañad al pueblo, pero no os engañéis á vosotros mismos!

Entregad los cristianos al populacho, condenadles á todas las torturas que os plazcan; mas tened el coraje de confesaros á vosotros mismos que no fueron ellos quien incendiaron á Roma ¡Bah! Me llamáis «arbi.er elegantiarums; pues bien, permitid entonces que os declare que no me es posible admitirnisoportar comedias detestables! Bah!

Todo esto me recuerda los teatros barracas de la Puerta Asinaria, en los cuales los actores desempeñan papeles de dioses y de reyes para divertir á la gentuza de los su.

(1) O túnica fúnebre. Túnica molesta, llamaban á la túnica azufrada que hacían vestir á ciertos criminales y les ponían en seguida fuego.

Tomo II
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