Cuando se hubo repetido esa contestación á Petronio, dijo éste: —Puesto que Nerón se ha comparado con Bruto, ya no hay salvación.
Y lo sentía por Vinicio, y le asaltaba el temor de que pudiera éste atentar contra su propia existencia.
—Ahora,—pensaba el árbitro,—le sostienen los esfuerzos que hace por salvarla y le sostienen la vista de ella y su propio sufrimiento; pero cuando haya fallado todo recurso y se haya extinguido el último destello de esperanza, entonces, ¡por Cástori no podrá sobrevivir y se arrojara sobre su espadal Y eso de morir así, Petronio comprendíalo mejor, que amar y sufrir como Vinicio.
Entretanto, éste hizo cuanto pudo imaginar por la salvación de Ligia. Visitó á los augustianos; y el joven tribuno, tan altivo antes, llegó casi hasta mendigar su ayuda.
Por conducto de Vitelio ofreció á Tigelino todas sus propiedades de Sicilia y todo cuanto más quisiera pedir aquel hombre; pero el prefecto, no queriendo aparentemente ofender á la Augusta, rehusó aceptar el ofrecimiento.
Acudir al César, postrarse á sus pies é implorar su clemencia, era inútil.
Cierto es que hubo momentos en que hasta en eso pensó Vinicio, mas Petronio, al escuchar la manifestación de tal propósito, dijo: —Y si te diera por respuesta una negativa ó una burla, ó una vergonzosa amenaza, ¿qué harías?
Ante esa observación se contrajo por el dolor y la rabia el semblante del joven tribuno, y rechinaron sus dientes.
—Si,—dijo Petronio.—Te aconsejo abandones tal propósito, porque te cerrarías con él, todo camino de salvación.
Vinicio reprimióse entonces, y pasándose la mano por la frente cubierta de frío sudor, replicó: