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QUO VADIS

oir la primera lamentación, agregó con voz cuya fuerza iba por grados aumentando: —¿Por qué os quejais? El mismo Dios entregóse á las torturas y á la muerte, ¿y pretendéis vosotros que El os libre de ellas? Hombres de poca fe, ¿no habéis recibido sus enseñanzas? Os ha prometido El acaso tan sólo esta vida transitoria? El ha venido hacia vosotros y os ha dicho: «¡Seguid mis pasos!» El quiere llevaros hasta su excelsa altura y os aferrais vosotros á la tierra, clamando: «¡Señor, sálvanos!» Yo no soy sino polvo en la presencia de Dios, pero ante vosotros soy su Apóstol y vicario. Y os hablo en el nombre de Cristo. Y os digo: no es muerte, sino vida la que tenéis delante, no torturas, sino delicias eternas; no lágrimas y gemidos, sino cánticos de alegría; no la servidumbre, sino la dominación. Y yo, Apóstol de Dios, en verdad os digo: «¡Oh tú, viudal tu hija no ha muerto; ha renacido á la gloria, á la vida eterna, y tú irás allí á reunirtele.» «A ti, joh padre! cuya hija inocente fué profanada por los verdugos, te prometo que la has de hallar más blanca y pura que los lirios del Hebrón.» »A vosotras, madres, á quienes os arrancan del lado de vuestros hijos huérfanos; á vosotros que perdéis á vuestros padres; á vosotros los afligidos; á vosotros, que pronto ve réis morir á los seres más amados; á vosotros los conturbados, los infelices, los tímidos; á vosotros, á quienes la muerte espera, os declaro en el nombre de Cristo que habréis de despertar á una vida venturosa, como de un sueño, como si de la noche despertárais á la luz que reside en Dios.

»Caiga, pues, en el nombre de Cristo, la viga de vuestros ojos é inflámense vuestros corazones!» Y dichas estas palabras, alzó la mano como en actitud de mando y los presentes sintieron afluir nueva sangre á sus venas, vigor nuevo á sus músculos; porque delante de ellos alzábase, no la figura de un decrépito y aniquilado