que fuera posible terminar en ese primer día con los cristianos que para el caso habían sido trasladados.
Las voces de los hombres, mujeres y niños que cantaban el himno matinal, eran tan numerosas, que los espectadores entendidos en aquellas funciones aseguraban que, aún en el caso de hacer salir simultaneamente á uno ó dos centenares de personas, las fieras se cansarían, quedarían pronto saciadas y no podrían despedazarlos á todos antes de la noche.
Otros declaraban que enviar un número excesivo de víctimas á la arena significaba divertir la atención del público, dificultando así el goce pleno del espectáculo.
A medida que se acercaba el momento de la apertura de los vomitoria (1), ó pasajes que conducían al interior, la gente se llenaba de animación y alegría, y proseguían las discusiones y disputas acerca de los diversos detalles relativos al espectáculo.
Formábanse grupos de individuos que alababan la mayor destreza, ora de los leones, ora de los tigres, para el destrozo de las víctimas.
Aquí y allí hacíanse apuestas respecto á ésto.
Otros afirmaban que se había dispuesto que fueran prece didos los cristianos en la arena por gladiadores; y de aqui surgían nuevos grupos y nuevas apuestas. Quien estaba por los samnitas (2), quien por los galos, quien por los mirmilones, por los tracios ó por los retiarii (3).
A primera hora por la mañana empezaron á llegar al anfitaatro grandes y pequeños grupos de gladiadores, á las órdenes de maestros, llamados lanista (4).
No deseando fatigarse pronto, entraban desarmados, (1) Puertas, entradas de los teatros y circos, vomitorios.
(2) Giadiadores que tomaban este nombre porque usaban la armadura de los samnitas ó pueblos de Samnio.
(3) De retiarius, gladiador que llevaba una red, en la cual intentaba envolver á su adversario, quien estaba á su vez armado de escudo, y llevaba una hoz y un morrión.
(4) De «lanista: el que formaba, compraba ó vendía gladiadores,
