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QUO VADIS

más tarde; y solo después de ellos entraron las virgenes sagradas de Vesta, precedidas por lictores.

Para dar principio al espectáculo aguardábase tan solo al César, quien no queriendo hacer esperar mucho al pueblo, cuyo favor deseaba ganarse, pronto llegó, acompañado de la Augusta y de los augustanos.

Entre estos últimos venía Petronio en su litera. Le acompañaba Vinicio.

El joven tribuno sabía que Ligia estaba enferma de gravedad, sin haber vuelto aún á sus sentidos; pero como el acceso á la prisión había sido prohibido con mayor rigor en los días precedentes, y como á los antiguos guardias reemplazaban ahora otros á quienes no se permitía hablar con los carceleros, ni siquiera comunicar la más insignificante noticia á los que venían a pedir informes acerca de los presos, no estaba seguro Vinicio de que Ligia no se hallara entre las víctimas destinadas al espectáculo del primer día.

Porque bien podían entregar á los leones aún á una enferma, si bien estuviese, como Ligia, fuera de sus sentidos.

Y puesto que las víctimas debían ser envueltas en pieles de fieras cosidas á sus cuerpos y enviadas por grupos á la arena, ningún espectador podía estar seguro de que una más o menos no se hallara entre ellas, y ninguno tampoco podría reconocerlas.

Los carceleros y todos los sirvientes del anfiteatro habían sido sobornados por Vinicio, y estaba convenido con los guardianes de las fieras que ocultarían á Ligia en algún rincón obscuro y la entregarían por la noche á persona de la confianza de Vinicio, quień la conduciría inmediatamente á los Montes Albanos.

Petronio, que se hallaba en el secreto, aconsejó á Vinicio que asistiera abiertamente en su compañía al anfiteatro, y después de hacer su entrada, se escabulliera en medio de la multitud y á favor del bullicio, y llegase hasta los subterraneos, en donde, para evitar toda posible equi.