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QUO VADIS

Después venían los encargados de conservar el orden en el Circo y los acomodadores; en seguida los esclavos que hacían circular bebidas y alimentos; y por último los pretorianos, á quienes el César tenía siempre cerca de su persona en el anfiteatro.

Abriéronse por fin los vomitoria y la plebe se precipitó al interior.

Pero era tan grande la cantidad de gente reunida, que siguieron afluyendo y afluyendo al anfiteatro por espacio de horas enteras.

Parecía asombroso que el Circo pudiera contener tanta multitud, cuyo número era verdaderamente incalculable.

Los rugidos de las fieras fueron entonces haciéndose más y más estruendosos.

Era que habían percibido más de cerca las exhalaciones de aquella multitud, la cual, á medida que se iba instalando en sus asientos, producía á su vez un movimiento agitado y rumoroso, comparable al de un mar en plena tempestad.

Finalmente hizo su entrada el prefecto de la ciudad, rodeado por su guardia; y después de él y en línea no interrumpida, las literas de los ssnadores, cónsules, pretores, ediles, funcionarios del gobierno y del palacio, oficiales pretorianos, patricios y damas lujosamente ataviadas.

Algunas literas iban precedidas por lictores que lleva ban la segur entre un haz de varas; otras por grupos de esclavos.

A los rayos del sol brillaban los dorados ornamentos de las literas, las telas blancas y de otros colores diversos, los aretes y joyas, y el acero de las mazas.

Desde el interior del Circo dejábanse oir las aclamaciones con que el pueblo acogía á los grandes dignatarios.

Y seguían llegando de tanto en tanto nuevas partidas de pretorianos.

Los sacerdotes de diversos templos presentáronse algo