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QUO VADIS

Pero, por sobre de esos disfraces terribles, emergian rostros serenos y ojos que, en medio de la obscuridad, Ostentaban el brillo de la fiebre y de una alegría suprema.

Era evidente que á la mayor parte de aquellos individuos les dominaba un pensamiento,—exclusivo y ultraterreno, un pensamiento que les hacía indiferentes á todo cuanto pasaba en derredor suyo y á todo cuanto pudiera sobrevenirles.

Algunos de ellos, al ser interrogados por Vinicio acerca de Ligia, le miraban con ojos atónitos, cual si se vieran interrumpidos en medio de un sueño; otros le contestaban con una sonrisa, llevando un dedo á los labios, ó señalando hacia la abertura enrejada por donde penetraban algunos rayos de luz.

Pero aquí y allí oíase llorar á niños atemorizados por los rugidos de las fieras y por los aullidos de los perros, los gritos de la multitud y las propias formas de sus padres ataviados de fieras.

Vinicio, acompañado por Ciro, recorria entre tanto la estancia, miraba ansiosamente los semblantes, buscaba, preguntaba; por momentos tropezaba contra algunos cuerpos ó personas que se habían desmayado á consecuencia de la aglomeración de gente, del aire sofocante que allí se respiraba y del calor; y seguía avando hasta llegar al fondo obscuro de aquel subterraneo, tan espacioso como un vasto anfiteatro.

De súbito se detuvo, pues parecióle oir cerca del enrejado una voz que le era familiar.

Púsose á escuchar un momento, volvióse hacia donde partía la voz, y abriéndose paso por entre la multitud, se aproximó al que hablaba.

La luz daba de lleno en el rostro del orador y Vinicio reconoció al punto, bajo la piel de un lobo, la demacrada é implacable fisonomía de Crispo.

Este á la sazón exclamaba: —Arrepentios de vuestras culpas! ¡Porque el momento