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QUO VADIS

Debían atacarse los unos á los otros por grupos; pero antes permitíase á los más famosos esgrimidores tener una serie de combates singulares, en los cuales resaltaban el valor y la fuerza y destreza de los luchadores.

Y en efecto, entre el grupo de los galos hallábase un campeón bien conocido por los asistentes al anfiteatro, campeón cuyo nombre era Lanio (El Carnicero), vencedor en muchos juegos.

Llevaba un gran yelmo en la cabeza y con la cota de malla que cubría su fuerte pecho y su espalda, semejaba en medio de aquella brillante arena dorada, una especie de gigantesco escarabajo.

Y el no menos célebre retiarius Calendio venía á su encuentro.

Entre los espectadores empezaron entonces las apuestas.

—Quinientos sextercios al galo!

—Quinientos á Calendio!

Por Hércules! ¡Van mil sextercios!

—¡Van dos mil!

Entretanto, el galo, colocándose en el centro de la arena, empezó á retroceder blandiendo la espada. Inclinando luego la cabeza, siguió atentamente, al través de su visera, los movimientos de su adversario.

El retiarius, que era hombre ágil, esbelto, de formas estatuarias, se hallaba completamente desnudo y cubierto solamente por una banda que le rodeaba la cintura. Empezó á hacer giros rápidos en derredor de su fuerte antagonista, agitando en tanto la red con movimientos graciosos, y ora alzando, ora bajando su tridente, á la vez que entonaba la cantilena usual de los retiarii: (1) «Non te peto, piscem peto; ¿Quid me fugis, Galle?» (1) No te busco á tí, busco á un pescado; ¿Por qué, pues, oh Galo, huyes de mi?