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QUO VADIS

Los perros asi excitados, empezaron entonces á dirigirse á la gente arrodillada, ora corriendo hacia ella, ora retirándose con los dientes apretados, hasta que por último uno de los mastines de Molosia dió una dentellada en el hombro á una mujer que estaba arrodillada en primer término y la arrastró bajo sus garras.

Casi al mismo tiempo varias docenas de perros se abalanzaron al grupo de cristianos, cual si quisieran abrir brecha en él.

Cesó entonces de aullar el público, á fin de contemplar con mayor atención el espectáculo. En medio de los ladridos de los perros escuchábanse todavía algunas dolientes voces que clamaban: «¡Pro Christo! ¡Pro Christol mientras en la arena formaban masas movibles los grupos de cristianos sobre los cuales mordían y destrozaban encarnizadamente los perros. Luego empezó á brotar á torrentes la sangre de los cuerpos mutilados. Los perros se arrebataban unos á otros los sangrientos miembros de las víctimas. Y el olor de la sangre y de las vísceras destrozadas sobreponíase ya al aroma de los perfumes de Arabia y llenaba todo el Circo.

Por último fueron quedando solamente de trecho en trecho unas pocas víctimas arrodilladas, las cuales se vieron pronto cubiertas por aquella enorme masa agitada y sanguinolenta.

Vinicio, quien en el momento de penetrar en la arenalos cristianos, se había puesto de pie y vuéltose para indicar al cantero, según lo ofrecido, el sitio en que se hallaba el Apóstol mezclado entre la gente de Petronio, sentóse de nuevo y con el sembladte de un muerto prosiguió contemplando con mirada vidriosa el horripilante espectáculo Al principio le anonadó por completo el temor de que pudiera haberse equivocado el cantero y que acaso Ligia se encontraba entre las víctimas; pero cuando hubo escuchado las voces «¡Pro Christol,» cuando presenció la tor.