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QUO VADIS

ra que pudieran abrirse y presentar al publico, por decirlo así, dos escenarios.

Pero, después del espectáculo en los jardines del César, se desechó el método usual, porque en este caso tratábase de permitir que el mayor número posible de concurrentes presenciaran la muerte de un esclavo que en el drama es devorado por un oso.

En los teatros, el papel de oso era desempeñado por un actor envuelto en una piel de fiera; pero esta vez la representación iba á tener todos los caracteres de la realidad.

Era una nueva idea de Tigelino.

Al principio el César había anunciado que no asistiria, mas luego cambió de propósito ante los persuasivos argumentos del favorito.

Tigelino, en efecto, le manifestó que después de lo ocurrido en los jardines, más imperioso era su deber de presentarse ante el pueblo, y le aseguró que el esclavo crucificado no le insultaría esta vez, como lo había hecho Crispo.

El populacho hallábase en cierto modo cansado y ahito de sangre; así, pues, ofreciósele una nueva distribución de billetes de lotería y de obsequios, como asimismo un banquete, pues el espectáculo debía verificarse por la noche, en el anfiteatro brillantemente iluminado.

Al obscurecer se encontraba atestada la sala; los augustianos, con Tigelino á su cabeza, asistieron sin excepción alguna, no solamente por el espectáculo propiamente dicho, sino deseosos de manifestar su adhesión al César y su concepto acerca de Chilo, de quien hablaba á la sazón Roma entera.

Decíanse entretanto al oído, que al volver de los jardines del César, habíase apoderado de él una especie de frenesií; que no había dormido; que se veía asaltado por visiones terroríficas y asom y que en vista de todo eso, había anunciado que á la mañana siguiente emprendería su viaje á la Acaya.