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QUO VADIS

Pero otros negaban esto, afirmando que, por el contrario, estaba decidido ahora á desplegar mayor crueldad contra los cristianos.

Empero, no faltaban también los pusilánimes, quienes auguraban que la acusación lanzada por Chilo á la cara del César, podría tener las más desastrosas consecuencias.

Y por último había también quienes, por humanidad, rogaban á Tigelino que pusiera término á las persecuciones.

—Vé á dónde os encamináis,—dijo Barco Sorano.—Habéis querido desviar la cólera del pueblo y convencerle de que estábais castigando á los culpables: el resultado ha sido contraproducente.

—Ciertol—agregó Antistio Vero.—Todos van ahora diciéndose al oído que los cristianos eran inocentes. Si á eso llamas habilidad, Chilo tuvo razón cuando aseveró que los sesos de todos vosotros cabían en una cáscara de nuez.

Tigelino volvióse á ellos, y contestó: —Barco Sorano: entre el pueblo se dicen también al oído que tu hija Servilia ha sustraído sus esclavos cristianos á la justicia del César; lo propio también cuentan de tu esposa, Antistio.

—¡Eso no es ciertol—exclamó Barco lleno de alarma.

—Vuestras mujeres divorciadas quieren perder á mi esposa, cuya virtud envidian,—dijo Antistio Vero, no menos alarmado.

Pero otros hablaban de Chilo.

—¿Qué le ha sucedido?—preguntó Eprio Marcelo.—El fué quien puso á los cristianos en poder de Tigelino; de mendigo pasó á hombre opulento; ha podido terminar tranquilo sus días; contar con unos espléndidos funerales y con una soberbia tumba. ¡Pero nol De súbito ha optado por abandonar todo eso y perderse: ¡por cierto que se ha de haber vuelto loco!

—No está loco: se ha hecho cristiano,—dijo Tigelino.

—¡Imposible!—exclamó Vitelio.

—¿No os lo he dicho ya?—dijo Vestinio á su vez.—Ex-