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QUO VADIS

Pero los espectadores se mantuvieron silenciosos.

Entretanto, Chilo había levantado con lentitud la cabeza y por espacio de algunos instantes recorrió con la vista la concurrencia. Por último se detuvieron sus ojos en un punto situado en una de las filas de asientos de la parte más alta del Anfiteatro, y algo se notó que fué causa de admiración y asombro. WAS DIE Ese triste rostro vióse iluminado por una sonrisa; una como aureola de luz rodeó aquella frente; sus ojos alzáronse al cielo antes de morir, y al cabo de algunos instantes dos gruesas lágrimas que habían asomado á sus párpados, se deslizaron lentamente por su rostro.

Y expiró.

En ese propio momento una varonil y resonante voz dejóse oir desde la parte más alta del velarium, y exclamó: —¡Paz á los mártires!

Y un profundo silencio reinaba en el anfiteatro.

CAPÍTULO LXIII

Después del espectáculo dado al pueblo en los jardines del César, las prisiones quedaron en parte considerable vacías. Cierto es que todavía seguían apoderándose de victimas sospechosas de practicar la superstición oriental, y las encarcelaban; pero las persecuciones de día en día daban por resultado la captura de un número menor de personas, número apenas suficiente para las exhibiciones próximas, que debían sucederse con rapidez.

El pueblo—hallábase harto ya de sangre y manifestaba un cansancio creciente y una alarma que cada día tomaba proporciones mayores, á causa de la actitud sin precedentes que observaban en el trance postrero los condenados.

Y temores semejantes al del supersticioso Vestinio empezaron á dominar á millares de individuos.

Entre las multitudes referíanse consejos maravillosos con respecto a la indole vengativa del Dios de los Cristia-