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QUO VADIS

pudiera terminar en una catástrofe aún más horrenda que el incendio de Roma.

Y agregaba que hasta los augustianos se hallaban descontentos; que Fenio Rufo, segundo prefecto de los pretorianos, soportaba con el mayor esfuerzo las infames órdenes de Tigelino; y que todos los parientes de Séneca se hallaban en un estado de consternación extrema, á causa de la conducta que el César estaba observando tanto respecto de su antiguo maestro, como del mismo Lucano.

Finalmente, empezó á hacer alusiones al descontento que reinaba en el pueblo y aún entre los pretorianos, cuya voluntad, en su mayor parte, se había ganado ya Fenio Rufo.

—¿Porqué me estás diciendo esto? — preguntó Petronio.

—En interés de César,—contestó Escevino.—Tengo entre los pretorianos un pariente lejano que también lleva el nombre de Escevino, y por él sé lo que ocurre en el campamento. El desagrado cunde allí, de igual manera. Caligula, como sabes, estuvo también loco y también sabes lo que sucedió. Presentóse en escena Casio Queroneo. Ese fué un hecho terrible, y por cierto que no hay entre nosotrospersona alguna que pueda ensalzarlo; y sin embargo, Casio Queroneo libertó al mundo de un monstruo..

—¿Quiere decir entonces que tus palabras tienen este significado: Yo no alabo á Casio Queroneo; pero el fué un hombre perfecto y pluguiera á los dioses darnos tantos hombres de ese temple como sea posible?—preguntó Petronio.

Pero Escevino cambió el tema de la conversación y empezó en seguida á elogiar á Pisón, exaltando á su familia, encomiando la nobleza de su espíritu, el cariño que tenía por su esposa y finalmente su intelecto, su ecuanimidad y su admirable don de gentes.

—El César no tiene descendencia,—agregó;—y todo el mundo mira como sucesor suyo á Pisón. Y es indudable también que todos habrían de ayudarle con el más decidi-