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QUO VADIS

Tigelino le dirigió una mirada llena de sorpresa.

—Petronio tiene razón,—repitió Nerón;—mañana serán abiertas á esa joven las puertas de la prisión; y en cuanto á la fiesta nupcial, hablaremos de ella al día siguiente de nuestra concurrencia al Anfiteatro.

—He perdido nuevamente,—pensó Petronio.

Y al volver á su casa, creyó tan seguro el hecho de haber llegado el fin de Ligia, que mandó al Anfiteatro á uno de sus libertos de confianza con el objeto de negociar con el jefe del spoliarium la entrega del cadáver de la joven, que deseaba poner en manos de Vinicio.

CAPÍTULO LXV

Los espectáculos nocturnos, que habían sido raros hasta esa época y se habían dado solamente en casos excepcionales, hiciéronse frecuentes en tiempo de Nerón, tanto en el Anfiteatro como en el Circo.

Los augustianos gustaban de ellos, porque frecuentemente eran seguidos de banquetes y orgías que duraban hasta el amanecer.

Y aunque el pueblo hallábase harto ya de sangre, cuando se extendió la noticia de que se aproximaba el fin de los juegos y que los últimos cristianos iban á perecer en una fiesta nocturna, una concurrencia incontable se agolpó en el anfiteatro.

Los augustianos acudieron sin faltar uno sólo, porque comprendían que aquel no iba á ser un espectáculo vulgar y sabían que el Céear había resuelto hacerse á sí mismo una tragedia del sufrimiento de Vinicio." Tigelino había mantenido en reserva la indole del castigo que se intentaba infiigir á la prometida esposa del joven tribuno, y esa reserva contribuyó á despertar mayor curiosidad en el público.

Los que habían conocido á Ligia en casa de Aulio Plaucio, decían primores de su belleza. A otros preocupábales,