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QUO VADIS

Pero los que habían presenciado ya demasiados crímenes y locuras, los perseguidos, aquellos cuyas vidas se arrastraban entre el infortunio y la opiesión, todos los tristes, todos los desgraciados, acudían á escuchar la pro digiosa buena nueva, la palabra de Dios que por amor á los hombres y por redimir sus pecados habíanse entregado á la crucifixión.

Y una vez encontrado ese Dios, á quien podían amar, les fué dable decir que contaban ya con lo que no podía la sociedad de aquellos tiempos dar á nadie: ventura y amor.

Y Pedro comprendió que ni el César, ni todas sus legiones, podrían sobreponerse á la verdad divina, que no podrían aplastarla con lágrimas ni sangre, y que ahora empezaba su victoria.

Comprendió con igual evidencia por qué el Señor le había hecho volver cuando se hallaba en camino para salir de Roma.

Aquella ciudad de orgullo, iniquidad, crimen y dominación, empezaba á ser su ciudad y la doble capital desde donde se extendería por todo el mundo el imperio sobre las almas y sobre los cuerpos.

CAPÍTULO LXX

Por último llegó la hora para los dos Apóstoles.

Pero, cual complemento de su obra, cupo al pescador de Dios el conquistar dos almas desde la prisión, Los soldados Proceso y Martiniano, que le custodiaban en la Cárcel Mamertina, recibieron el bautismo.

En seguida sonó el momento de la tortura.

No se hallaba Nerón en Roma entonces.

La sentencia fué dictada por Helio y Politetes, dos libertos á quienes el César habla confiado el gobierno de la capital durante su ausencia.

Al anciano Apóstol se le habían aplicado los azotes prescritos por la ley; y al día siguiente fué conducido fue—'