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QUO VADIS

Y entonces por primera vez repercutió en su alma el grito: «¡En nombre de Cristol» Recordó que Chilo habíase rescatado de las manos de Ursus, con ese grito, y se dijo entonces que debía remitirle el resto del castigo que le había hecho imponer.

Con ese objeto iba á llamar al mayordomo, cuando éste se presentó, y le dijo: —El viejo acaba de desmayarse y acaso esté muerto.

¿Debo ordenar que le sigan azotando?

—Reanimadle y traédmelo.

El jefe del atrium desapareció detrás de la cortina, más no debió ser fácil tarea la de reanimar al filósofo, porque Vinico esperó largo tiempo.

Empezaba ya á impacientarse, cuando los esclavos trajeron á Chilo, retirándose luego á una señal del joven.

Chilo estaba pálido mo un lienzo, y á lo largo de sus piernas íbanse deslizando hilos de sangre y cayendo sobre el pavimento de mosáico del atrium. No obstante, había recobrado los sentidos, y poniéndose de rodillas, empezó á hablar así, con las manos extendidas: —Gracias te sean dadas, señor. ¡Tú eres grande y misericordioso!

—Perro,—dijo Vinicio,—sabe que te he perdonado sólo por ese Cristo á quien debo la vida!

—¡Oh, señor! De hoy más he de consagrarme á serviros á él y á til —Guarda silencio y escucha. ¡Levántate! Irás conmigo á señalarme la casa en donde vive Ligia.

Chilo se puso incontinente de pie; mas apenas lo hubo hecho, una palidez todavía más mortal cubrió su rostro, y dijo con voz desfalleciente: —Señor, estoy pereciendo de hambre. ¡Iré, señor, irél Pero me faltan las fuerzas. Ordena que me den aun cuando sean los restos de la comida de tu perro, y en seguida me pondré contigo en camino.