tersa superficie de un remanso transparente, mas decidme: ¿qué hay bajo esa superficie? Ya veis que soy sincero.
Disipad mis tinieblas. Los hombres me han dicho también: «La Grecia creó la sabiduría y la belleza, Roma creó el poder; pero ellos, los cristianos... ¿qué han creado, qué traen? Decidme, pues, ¿qué es lo que traéis? Si hay luz detrás de vuestras puertas, ¡abrid melas!
—Traemos el amor,—dijo Pedro.
Y Pablo de Tarso agregó: —Si yo hablara con la lengua de los hombres y la de los ángeles y no tuviese amor, mi voz no sería otra cosa que un sonoro bronce.
Entretanto, el corazón del anciano Apóstol se conmovió á la vista de aquella alma doliente que, cual ave enjaulada, pugnaba por abrirse camino hacia el espacio en demanda de aire y de sol; así, pues, extendiendo la mano hacia Vinicio le dijo: —«Tocad y os abrirán.» El favor y la gracia de Dios han descendido sobre ti; por esta razón yo te bendigo, y bendigo tu alma y tu amor en nombre del Redentor de la humanidad.
Vinicio, que en su discurso había llegado hasta los límites del entusiasmo y de la vehemencia, voló impulsivamente hacia Pedro al escuchar su bendición; y en aquel instante pudo presenciarse una escena insólita.
Aquel descendiente de los quirites, que hasta hacía poco se había resistido á reconocer privilegios de hombre á un extranjero, apoderóse ahora de la mano del anciano galileo y la llevó, lleno de gratitud, á sus labios.
Pedro se sintió complacido al ver que su simiente caía en tierra propicia y que en su red de pescador acababa de ingresar una nueva alma.
Y los presentes, no menos regocijados ante aquella notoria manifestación de homenaje al Apóstol de Dios, exclamaron á una voz: —Gloria al Señor en las Alturas!