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QUO VADIS

riposa, que vive el corto espacio de un día, á la luz del sol del favor cesáreo, y al primer cierzo helado perece, generalmente contra su propia voluntad. ¡Por el hijo de Mayal Más de una vez me he hecho esta pregunta: ¿En virtud de qué milagro un hombre como Lucio Saturnino ha podido llegar hasta la edad de noventa y tres años y sobrevivir á Tiberio, á Caligula y Claudio? Mas, dejemos esto á un lado. ¿Quieres permitir que mande tu litera en busca de Eunice?

El sueño parece haber huído de mis párpados y desea ría pasar algunos momentos de placer. Ordena que durante la cena nos recreen el oído algunos citaristas, y después hablaremos de Ancio. Necesario es pensar en ello, especialmente por lo que te concierne.

Vinicio mandó por Eunice, pero declaró á su tío que no deseaba torturar su cabeza con el pensamiento de su pro xima permanencia en Ancio.

—Hagánlo aquellos que no pueden vivir de otra manera que al calor de los rayos de la cesárea privanza,—agregó.

—El mundo no termina en el Palatino, especialmente para los que tienen algo más en sus corazones y en sus almas.

Dijo estas palabras con acento tan despreocupado y á la vez tan lleno de animación y alegría, que dejó sobremanera sorprendido á Petronio. De ahí que éste, después de mirarle con detenimiento, le preguntase: —¿Qué te pasa? Hoy te encuentro como en los días en que llevabas á tu cuello la bula de oro, —Me siento feliz,—contesté Vinicio.—Y te he invitado expresamente con el fin de participártelo.

—¿Qué ha sucedido?

—Algo que yo no cambiaría por todo el Imperio Romano.

Sentose luego, se apoyó en el brazo de la silla, reclinó la cabeza en la mano y dijo: —¿Recuerdas aquel día en que fuimos á casa de Aulio Plaucio y allí viste por primera vez á una doncella divina,