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QUO VADIS

Y además, no podía ya permanecer lejos de ti por más tiempo: te amo demasiado, vida mía.

—Y yo estaba cierta de que tú vendrías. Por dos veces corrió Ursus á insinuación mía, á las Carenas, y preguntó por ti en tu casa. Eilo hacía reir á Lino y también á Ursus..

Y era evidente que la joven le había estado aguardando, porque, en vez del traje obscuro que habitualmente llevaba, vestia ahora una blanca estola (1) de tela suavisima, por entre cuyos hermosos pliegues emergian su cabeza y sus brazos como primulas (primavera, flor) que brotaran de entre la nieve; y algunas anémonas rojas ornaban sus cabellos.

Vinicio posó tiernamente los labios sobre la mano de la doncella; sentáronse luego en un banco de piedra, en medio de pámpanos silvestres y aproximándose el uno al otro, permanecieron silenciosos, contemplando luc del crepúsculo, cuyos postreros destellos reflejábanse en sus ojos.

El plácido encanto de aquella tarde apacible tenialos como embargados por un dulce arrobamiento.

—¡Cuánta paz en estos sitios y cuan bello se vé así el mundo!—dijo Vinicio con voz leve como un susurro.—Y la noche habrá de ser aún más admirablemente hermosa.

En mi vida me he sentido más feliz que en este instante.

Dime, Ligia, ¿qué es esto? Siempre antes creí que el amor era simplemente un anhelo y una llama que enardecía la sangre; y ahora veo, por vez primera, que es posible amar hasta con la última gota de la propia sangre y hasta con el postrer aliento del pecho; y siento por ello una tan dulce é inconmensurable tranquilidad, como si el sueño y la Muerte hubieran llevado mi alma á las plácidas regiones del reposo eterno.

Para mí esto es algo completamente nuevo.

(1) Vestido de las damas romanas, talar, hueco y con muchos pliegues que ataban por la cintura. En Grecia lo usaban las personas de ambos sexos,