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QUO VADIS

Yo contemplo esta calma de la naturaleza que nos rodea, y paréceme que es una emanación de la propia calma que dentro de mi siento.

Y comprendo asimismo por primera vez, que puede existir una felicidad hasta hoy ignorada de muchas gentes.

Y ahora empiezo también a comprender por qué tú y Pomponia Graecina disfrutan de una paz inalterable. ¡Si, Cristo es quien brinda esa paz!

En ese instante apoyó Ligia su hermosa cabeza en el hombro del joven y dijo; —Mi querido Marco!...

Mas no pudo continuar.

La alegría, la gratitud y la conciencia de que al fin érale permitido amar, hicieron morir la voz en su garganta y llenaron sus ojos de lágrimas de emoción.

Vinicio, enlazando el brazo el delicado talle de la joven, atrájola hacia sí y la dijo: —¡Ligia! Bendigo el momento en que por primera vez tu nombre llegó á mis oídos!

—Te amo, Marco!—dijo ella como en un tenue suspiro.

Y ambos volvieron á guardar silencio, incapaces sus labios de articular las palabras que rebosaban sus pechos, oprimidos por la emoción.

Los últimos reflejos violáceos del crepúsculo acababan de desvanecerse por entre los cipreses, dando su lugar á los destellos argentados del astro de la noche.

Después de un breve espacio, Vinicio dijo: —Lo sé. Y apenas entré aquí, apenas besé tus hermosas manos, lei asimismo en tus ojos una pregunta: Si obser vaba ya la divina doctrina que tú confiesas, si me había bautizado.

No, todavía no he recibido el bautismo, ¿y sabes por qué, delicia mía? Pablo me ha dicho: —Te he convencido ya de que Dios vino al mundo y se hizo crucificar por la salvación de los hombres; pero, sea Pedro quien te bañe en la fuente de la gracia, ya que