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QUO VADIS

toy cierta de que gustosos te adoptarían. Vinicio bien podría unirse á tí, Ligia.

Pero Ligia volvió á contestar con sereno acento y con expresión de creciente angustia: —Prefiero huír al país de los ligures.

—Ligia, ¿quieres que inmediatamente vaya á casa de Vinicio, le despierte, si aun duerme, y le diga lo que acabo de insinuarte? Si, amada mía, sí. Iré hasta él y le diré: «Vinicio: es la hija de un rey, á la vez que hija querida del famoso Plaucio, su padre adoptivo; si tú la amas, vuélvela á Plaucio y á Pomponia, y en casa de ellos tómala por tu esposa.» Mas la triste doncella contestó con voz tan apagada que apenas si Actea alcanzó á percibirla: —Prefiero huír al país de los ligures!

Y dos lágrimas pendían de sus languidecientes párpados.

Esta conversación fué interrumpida por el ruido de pasos que se aproximaban. Y antes aún de que tuviese tiempo Actea de ver quién venía, presentóse delante del banco Popea Sabina, con un pequeño séquito de esclavas. Dos de ellas sostenían sobre su cabeza varios haces de plumas de avestruz, sujetas con dorados alambres; con ellos abanicaban tenuemente á la emperatriz, y al propio tiempo la protegían del sol de otoño que aún se dejaba sentir con fuerza. Delante de ella, una mujer egipcia, negra como el ébano y con los senos turgentes cual si en ellos rebosara el blanco líquido, llevaba en sus brazos una niña envuelta en púrpura con franjas de oro. Actea y Ligia se levantaron, creyendo que Popea pasaría delante del banco sin reparar en ellas; más no fué así. Detúvose á su vista y dijo: —Actea: los cascabeles que para la muñeca enviaste no estaban bien asegurados; la niña cortó uno y lo llevó á la boca. Afortunadamente, Lilith pudo verla á tiempo.