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QUO VADIS

sus ámbitos la luz, á cuyos fulgores advertíanse las formas de las esclavas y esclavos que á la sazón movíanse afanosos.

En el triclinio había dispuesta una mesa para cuatro personas. Y es que en la fiesta debían hallarse presentes, fuera de Vinicio y Ligia, Petronio y Crisotemis. Vinicio había observado en todo, las indicaciones de Petronio, quien le aconsejó que no fuera personalmente en busca de Ligia, sino que mandase á Atacino llevando el permiso otorgado por el César; y que la recibiera en su hogar de manera amistosa y hasta con ciertos homenajes.

—Estabas borracho ayer,— habíale dicho Petronio: —te vi. Te condujiste con ella como un cantero de los montes de Albania. No seas majadero y recuerda que el buen vino ha de beberse poco a poco. Sabe también que es dulce desear, pero más dulce aún el ser deseado.

Crisotemis tenía en el asunto su opinión propia, que difería un tanto del pensar de Petronio; pero éste, después de llamarla su vestal y su paloma, empezó á explicarle cómo era menester que existiese alguna diferencia entre un experimentado conductor de carros del circo y el joven que por primera vez dirije la cuádriga; Y luego, volviéndose á Vinicio, prosiguió diciendo: —Gana su confianza, sé magnánimo. No tengo el menor deseo de presenciar una fiesta melancólica. Júrale, hasta por los Hados, que la volverás á casa de Pomponia; y será después de cuenta tuya el que mañana ella prefiera quedarse aquí contigo.

Y en seguida, señalando á Crisotemis: —Por espacio de cinco años así he procedido, más ó menos, con esta tímida paloma, y no puedo, á la verdad, acusarla de esquivez.

Crisotemis le dió un golpecito con su abanico de plumas de pavo real, y dijo: —Mas, yo no supe resistirte, joh sátirol —Si, por consideraciones á mi predecesor...