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QUO VADIS

Atacino, con el brazo que le quedaba libre, arrojaba ya apresuradamente sobre ella su manto, cuando unas como garras terribles le oprimieron el cuello y sobre su cabeza cayó cual piedra, una gigantesca y aplastante mole.

Se desplomó al punto, como un buey derribado por el lomo de un hacha delante del altar de Júpiter.

Entre tanto, los esclavos en su mayor parte hallábanse, ó tendidos en el suelo, ó habían escapado escabulléndose en la densa obscuridad ó manteniéndose apegados á las murallas. En el sitio sólo quedó la litera, destrozada desde la primera embestida.

Ursus llevóse á Ligia al Suburra y sus camaradas le siguieron, dispersándose gradualmente por el camino.

Los esclavos reuniéronse cerca de la casa de Vinicio para tomar consejo. Ninguno osaba entrar. Después de una corta deliberación, vieron al lugar del conflicto, donde encontraran unos cuantos cadáveres, y entre ellos el de Atacino cuyo cuerpo aún palpitaba cuando llegaron á su lado. Pero luego, tras de unas cuantas postreras convulsiones más violentas, se puso rígido y quedó inmóvil, Entonces lo llevaron consigo, y ya de regreso nuevamente, se detuvieron por segunda vez delante de la puerta.

Debian dar cuenta á su amo de lo que había ocurrido.

—Que lo declare Gulo,—dijeron á media voz algunos; —la sangre brota de su rostro como del nuestro, y el señor le quiere; Gulo corre menos peligro que cualquiera de nosotros.

Gulo, un antiguo esclavo germano, que había criado á Vinicio y había sido heredado por éste de su madre, la hermana de Petronio, dijo: —Yo se lo diré; pero venid todos conmigo. No caiga tan sólo sobre mi cabeza todo el peso de su cólera.

Vinicio, entre tanto, estaba ya impacientándose por completo, Petronio y Crisotemis reian de su intranquilidad,