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QUO VADIS

atrium les dijo que de los esclavos enviados á vigilar las puertas de la ciudad, ninguno había vuello aún. El atriensis (mayordomo) había dado las órdenes pertinentes para que les llevaran alimentos; asimismo se les había trasmitido el nuevo mandato de vigilar y observar esmeradamente, eo pena de azote, á toda persona que saliera de la ciudad.

—Ya lo ves,—dijo Petronio;—están en Roma, indudamente, y en tal caso, los encontraremos. Pero es menester que ordenes á tu gente que por su parte vigilen también las puertas, para lo cual has de enviar los mismos esclavos que antes fueron en busca de Ligia, porque esos la reconocerán más fácilmente.

—He dado orden de que sean conducidos á prisiones rurales,—dijo Vinicio;—mas revocaré inmediatamente esas órdenes y los mandaré á las puertas: Y después de haber escrito unas cuantas palabras sobre una tabla cubierta de cera, la entregó á Petronio, quien la hizo remitir al punto á la casa de Vinicio.

En seguida pasaron al pórtico interior y después de sentarse en un banco de mármol empezaron á conversar. Eunice, la de los cabellos de oro, é Iras colocaron escabeles de bronce bajo sus pies y les escanciaron sendas copas del vino contenido en jarros de gollete estrecho, primorosas obras de arte de Volaterras y Cecina.

—¿Hay entre tus siervos alguno que conozca á ese gigantesco ligur?—preguntó Petronio.

—Gulo y Atacino le conocían; pero Atacino cayó ayer al pie de la litera y á Gulo maté yo.

—Lo siento,—dijo Petronio.—Gulo, como á tí, me llevó á mí en sus brazos.

—Tenía intenciones de manumitirlo,—contestó Vinicio; pero no tratemos ahora de él. Hablemos de Ligia.

Roma es un mar...

—En el mar ecisamente donde los hombres pescan las perlas. Por supuesto, no encontraremos á Ligia ni hoy,