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QUO VADIS

ni mañana, pero al fin es seguro que la encontraremos.

Tú acabas de acusarme de haberte aconsejado el procedimiento; pero éste en sí era bueno y sólo fué malo cuando se le echó á perder. Tú has oído decir al mismo Aulio que tiene el propósito de retirarse á Sicilia con todos los suyos.

En ese caso, la joven se hallaría lejos de ti.

—Yo los habría seguido, —dijo Vinicio;—y en todo caso, estaría ella fuera de peligro; mas, ahora, si esa niña muere, Popea creerá—y de ello ha de persuadir al César —que ha muerto por culpa de Ligia.

—Cierto; y eso me alarma también. Pero, es posible que esa muñeca se reponga. Y si muriese, ya buscaremos un medio de escapar.

Aquí Petronio meditó por espacio de algunos instantes, añadiendo luego: —Se dice que Popea sigue la religión de los judíos y cree en los espíritus malignos. El César es supersticioso. Si hacemos correr el rumor de que los espíritus han arrebatado á Ligia, esa noticia será creída, especialmente desde que ni el César ni Aulio Plaucio la han interceptado; su fuga ha sido realmente misteriosa. Ese ligur no puede haberla efectuado solo: indudablemente le habrán ayudado.

¿Y cómo ha podido un esclavo reunir tantos cooperadores en el transcurso de un día?

—Los esclavos se auxilian mútuamente en Roma.

—Sí, mas algunos pagan eso con sangre á las veces.

Cierto es que se ayudan recíprocamente, pero no unos contra otros. En este caso era sabido que la responsabilidad y el castigo debían recaer sobre los tuyos. Y si á los tuyos sugieres la idea de los espiritus malignos, al punto dirán que los vieron con sus propios ojos, porque eso mismo los justificará á tu vista. Como prueba, pregunta á cualquiera de ellos si no vió á los espíritus llevarse por el aire á Ligia y te digo que al punto jurará por el escudo de Zeus que efectivamente fueron ellos los raptores,