Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/216

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
208
QUO VADIS

Glauco, aun cuando fuese ante los ojos de todos los hermanos y hermanas que se hallaran en Ostrianum al día siguiente. Mas, querría que Glauco fuera previamente condenado por los hermanos de mayor jerarquía, por el obispo ó por el apóstol. Matar no era para él una gran cosa, y matar á un traidor parecíale tan agradable como matar á un oso ó á un lobo. Mas, ¿y si Glauco perecía inocentemente? ¿Cómo gravar su conciencia con un nuevo asesinato, un nuevo pecado, una nueva ofensa contra el Cordero?

—No hay tiempo para abrir un juicio, hijo mío.—dijo Chilo.—El traidor se apresurará á encaminarse directamente desde Ostrianum hasta Ancio, donde se halla el César, ó se ocultará en la casa de un patricio á quien sirve. Te daré un signo; si te presentas después de la muerte de Glauco, el obispo y el Gran Apóstol bendecirán tu acción.

Y al decir ésto, sacó de su bolsillo una pequeña moneda y empezó á buscar en su cinturón un cuchillo. Con la punta de éste grabó en el sestercio la señal de la cruz. Pasó esta moneda al obrero y le dijo: —Esta es la sentencia de Glauco y el signo para ti. Si presentas este signo al obispo después de la muerte del traidor, se te perdonará el sacrificio que hayas ejecutado contra tu deseo.

El obrero extendió involuntariamente la mano para recibir la moneda; pero como conservaba muy fresco en la memoria su primer asesinato, experimentó una sensación de terror, y dijo con voz casi suplicante: —Padre: ¿tomarás tú este hecho sobre tu conciencia? ¿Has oído tú mismo á Glauco traicionar á sus herma—nos?

Chilo comprendió que le era necesario dar pruebas y nombres; pues de otra manera la duda podría hacer fuerza en el ánimo del jigante. Y casi al punto un menc