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QUO VADIS

Más, cuando vió defraudada esta espectativa, púsose á comer y beber en cantidades desmesuradas, sin economizar las alabanzas al cocinero y declarando á la vez que iba á hacer lo posible por comprárselo á Vinicio.

Su alegría veíase perturbada tan solo por la idea de que en la noche habría de encaminarse á Ostrianum. Tranquilizábase, no obstante, al pensar que iría disfrazado, que se recataría en la obscuridad y le acompañarian dos hombres, uno de las cuales era, por su fuerza física, el ídolo de Roma, y el otro un patricio y personaje de alta dignidad en el ejército.

—Aun cuando lleguen á conocer á Vinicio,—se dijo á sí mismo, no se atreverán á levantar una mano sobre él; y en cuanto á mí, trabajo les doy si logran verme siquiera la punta de la nariz.

Luego empezó á traer á la mente los detalles de su entrevista con el obrero, y esas reminiscencias llenáronle de satisfacción.

No le asistía la menor duda de que ese obrero era Ursus. Conocía la fuerza extraordinaria del hombre, por lo que le habían contado Vinicio y los esclavos que condujeran á Ligia desde el palacio del César.

Cuando había preguntado á Euririo si conocía algunos hombres de fuerza excepcional, no era pues extraño que aquel hubiera indicado á Ursus. Luego, la confusión y la rabia que se había apoderado del obrero á la simple mención de Vinicio y Ligia, no le dejaba la menor duda acerca de que esas personas se hallaban relacionadas particularmente con él: también el obrero había hecho alusión á la penitencia que estaba observando por su delito de ma tar á un hombre,—y Ursus había matado á Atacino;—finalmente, la presencia del obrero correspondía de manera perfecta con el retrato que del ligur había hecho Vinicio.

El cambio de nombre era lo único que podía suscitar alguna duda, pero Chilo no ignoraba que con frecuencia los