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QUO VADIS

te una idea: que si Ligia se hallaba en el cementerio, si confesaba esa religión, la seguía y estaba empapada en ella, jamás podría ni querría ser su amante.

Por primera vez entonces, desde el día en que la conociera en casa de Aulio, comprendió Vinicio que aun cuando ahora encontrase á la joven, no llegaría á poseerla.

Hasta ese instante, no había venido á su imaginación nada semejante á este concepto, que él mismo no se podía explicar á la sazón, pues más bien que una idea concreta, constituía una especie de conciencia vaga de una pérdida y de un infortunio irreparables.

Y entonces brotó en su espíritu un sentimiento de alarma que pronto fué asumiendo las proporciones de una tempestad iracunda contra los cristianos en general y contra aquel anciano en particular.

Ese pescador que á primera vista le había parecido un simple aldeano, ahora casi le aterrorizaba, pues antojábasele dotado de un misterioso poder que iba como á decidir de su suerte inexorablemente, y por lo mismo, trágicamente.

De nuevo los canteros agregaron, sin ser notados, más combustible á la hoguera. El viento cesó de silbar por entre los pinos, y la llama irguióse recta y como dirigiendo su delgada extremidad hacia las estrellas que brillaban en un firmamento diáfano.

Y habiendo hecho mención de la muerte de Cristo, el anciano concretose á la sazón á hablar tan sólo de El.

Todos sus oyentes contenian el aliento en medio de un silencio ahora más profundo que el anterior, hasta el punto de que acaso hubiera sido posible escuchar el anhelante palpitar de los corazones.

¡Aquel hombre había visto!

Y narraba los hechos de que fuera testigo, como quien tiene en la memoria grabado cada episodio, cada momen-

Tomo I
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