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QUO VADIS

to, cada parpadeo, de manera tal, que aún cerrando los ojos, viéralo todo patentemente.

Les dijo, pues, cómo á su vuelta del pie de la Cruz el y Juan, habían permanecido sentados en el cenáculo por espacio de dos días y dos noches, sin comer ni dormir, embargados por el sufrimiento, el dolor, la alarma y la duda, oculta la cabeza entre las manos y ocupado el ánimo tan sólo del pensamiento de que El había muerto. ¡Oh! ¡Y cuán triste y ominoso aquel sucesol Había amanecido el tercer día, reflejando su luz en las murallas, y encontrando á Juan y á él sentados en el cenáculo, sin consuelo ni esperanza. ¡Cuánto los torturaba el deseo de entregarse al sueño, del cual, viéronse privados desde la noche anterior á la Pasión!

Habíanse levantado entonces y vuelto á lamentar su orfandad.

Más, apenas salido el sol, Maria de Magdala, jadeante, desmelenado el cabello, se había precipitado dentro de la estancia exclamando: —«Se han llevado al Señor!» Oido lo cual por él y por Juan, habíanse levantado bruscamente y corrido hacia el sepulcro.

Juan, que era més joven, había llegado el primero: vió aquel recinto vacío y no se atrevió a salvar sus dinteles.

Sólo cuando se hubieron reunido aquellas tres personas á la entrada, él, Pedro, habia penetrado al sepulcro, y encontrado sobre la losa un lienzo y un sudario, pero ni señales del cuerpo de Cristo.

El temor habiase apoderado entonces de ellos ante la idea de que los sacerdotes hubiéranse llevado á Cristo, y ambos apóstoles habían vuelto, poseídos ahora de más intensa amargura.

Otros de los discípulos se les habían reunido más tarde y elevado una plegaria, ora juntos, á fin de que el Señor de los Ejércitos pudiera escucharles con mayor benevolencia, ora separados y uno después de otro.

Sintieron, entonces, angustiado el esbíritu, pues habían