Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/293

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
283
QUO VADIS

completamente desconocida, se repuso y logró dominar su miedo. La vista de la tabla, escrita de puño y letra de Vinicio, le tranquilizó todavía más.

Por lo menos, ya no podía perturbar su ánimo la idea de que le llevaban á una emboscada dispuesta de antemano. Pensó además que si Vinicio no había muerto era porque evidentemente no habrían osado los cristianos alzar la mano sobre tan notable personaje.

—Y entonces Vinicio me ha de proteger en algún caso extremo,—se dijo.—Porque es indudable que no ha de mandar por mí para llevarme á la muerte.

Así, pues, llamando en su auxilio todas las reservas de su escaso valor, dijo: —Buen hombre, díme: ¿no ha mandado mi amigo el noble Vinicio una litera? Tengo los pies hinchados; no puedo ir á pie á tan larga distancia.

—No ha mandado litera alguna,—contestó Ursus;—haremos el camino á pie.

—¿Y si yo me niego á ello?

—No lo hagas; porque tendrás que ir de todos modos.

—E iré, sí, pero por mi voluntod. Nadie puede obligarme á ello, porque soy un hombre libre, y además, amigo del prefecto de la ciudad. Como sabio, poseo también los medios apropiados para sobreponerme á los demás y merced á mi ciencia puedo convertir á la gentes en árboles y bestias feroces. Pero iré, sí señor, iré. Solo que me he de poner un manto un poco más abrigado y una caperuza, por temor de que los esclavos de tu barrio me reconozcan, pues entonces nos detendrían á cada instante para besarme las manos.

Y así diciendo se colocó un manto y cubrióse con una amplia caperuza gálica, por temor de que Ursus pudiera reconocer sus facciones al llegar á sitio mejor alumbrado.

—¿A dónde vas á conducirme?—le preguntó cuando iban ya en camino.