Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/292

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
282
QUO VADIS

lo posible y lo imposible había ido debilitándose y como envolviéndose entre nubes desde que escuchara la prédica del apóstol en Ostrisnum, no estaba lejos ahora de creer que bien pudiera acontecer aquello.

Más, tornando luego á considerar con más detenimiento las cosas, recordó lo que había dicho acerca del griego y pidió nuevamente que enviasen á buscarle.

Crispo convino en ello y decidieron mandar á Ursus.

Vinicio, que solo hacía pocos días, antes de su visita á Ostrianum, había enviado con frecuencia esclavos á Chilo sin resultado alguno, dió al ligur detalles precisos acerca del domicilio del filósofo. En seguida escribió unas cuantas palabras en una tabla y dijo volviéndose á Crispo: —Envio una tabla, porque este hombre es suspicaz y astuto. Con frecuencia cuando le he llamado ha hecho contestar á mis esclavos que no estaba en casa. Siempre ha obrado así cuando por no tener noticias buenas que darme, temía incurrir en mi desagrado.

—Si le encuentro, le he de traer, quiéralo él, ó no lo quiera, dijo Ursus.

Luego tomó su manto y salió apresuradamente.

En Roma encontrar una persona no era cosa fácil, aún llevando como llevaba Ursus datos precisos acerca del domicilio de Chilo.

Pero en este caso el instinto del sabueso ayudó al ligur, como asimismo el conocimiento que de la ciudad tenía.

Así, pues, al cabo de algún tiempo hallóse frente al domicilio de Chilo.

Empero, no reconoció á éste. Habíalo antes visto solamente una vez en su vida, y de noche. Por otra parte, el pastor solemne y lleno de unción que le había persuadido de la necesidad de asesinar á Glauco era tan diferente de este griego á quien el terror tenía doblado como un arco, que nadie habría podido imaginar fuesen ambos un solo individuo.

Al notar Chilo que Ursus le miraba como á persona