Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/298

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
288
QUO VADIS

—Pérfido malhechor! Pero yo te advertí, señor, que desconfiaras de él; has de recordar que mis enseñanzas rebotaban en su obtusa cabeza como guisantes contra una pared arrojados. No hay en toda la extensión de los infiernos tormentos bastantes para castigo de su crimen. Y es que el hombre incapaz de honradez ha de ser siempre un pícaro: ¿podrá haber cosa más difícil para un pícaro que ser hombre honrado? ¡Pero, caer sobre su benefactor, sobre un señor tan magnánimo!... ¡oh dioses!...

Más, recordando en ese momento que en el camino ha bíase presentado á Ursus como cristiano, se detuvo.

—A no haber sido por la «sica» (daga) que conmigo traía, me habría asesinado,—dijo Vinicio.

—Bendigo el momento en que te aconsejé llevaras siquiera un cuchillo.

Vinicio dirigió al griego una mirada inquiridora y preguntó: —¿Qué has hecho hoy?

—¿Cómo?... ¡Quél... ¿no te he dicho, señor, que hice mi voto por tu salud?

—¿Nada más?

—Me preparaba para venir á visitarte, cuando este buen hombre llegó á casa y me dijo que tú enviabas por mí.

—Aquí tienes una tabla. Con ella irás á mi casa, buscarás á mi liberto y se la darás. En esa tabla le comunico que he partido á Benevento. De tu parte dirás á Demas que me fuí esta mañana, llamado por una carta urgente de Petronio.

Y aquí recalcó de modo enfático: —He ido á Benevento: gentiendes?

—Te has ido, señor. Esta mañana te despedi en la Puerta Capena y desde el momento de tu partida se apoderó de mí tal tristeza, que si tu magnanimidad no viene á endulzarla, he de llorar hasta morir, como la cuitada es-