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QUO VADIS

acaso esté con ellos el Apóstol, quien visita á la viuda y á Crispo todos los días.

—Llévame inmediatamente donde Vinicio.

—Vinicio se encuentra en el mismo aposento con todos porque es el único espacioso; los demás son cuartos pequeños á los cuales nos retiramos tan solo á horas de dormir. Entra, allí descansarás.

Y entraron.

El aposento hallábase envuelto en una semi—obscuridad pues la tarde estaba nublada y fría, no alcanzando las luces de unas cuantas velas á disipar por completo la penumbra.

Vinicio adivinó más bien que reconoció á Chilo en aquel hombre encaperuzado.

El griego vió en un extremo del aposento un lecho y á Vinicio acostado en él. Acercósele entonces al punto, sin mirar á ninguno de los presentes, cual si le asistiese la convicción de que se hallaría en mayor seguridad á su lado.

—Oh, señor! ¿Por qué no has querido seguir mis consejos?—exclamó juntando las manos.

—Silenciol—dijo Vinicio;—y escuchal Y miró á Chilo con fijeza; y en seguida, de manera enfática y pausada, como queriendo significar al griego que cada una de sus palabras era una orden, á fin de que las grabase por siempre en la memoria, le habló así: —Croton se arrojó sobre mí con el ánimo de asesinarme y robarme, gentiendes? Yo entonces le maté, y estas gentes han curado las heridas que recibí en la lucha.

Chilo comprendió al punto que si Vinicio hablaba de ese modo, ello debiera ser en virtud de algún arreglo hecho con los cristianos y que siendo ese el caso, deseaba que todos dieran crédito á lo que estaba diciendo. Leyó esto mismo en la expresión de su semblante: así, pues, sin demostrar duda ni asombro, levantó los ojos al cielo y exclamo: