Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/309

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
299
QUO VADIS

Ligia escuchaba con los ojos fijos en el Apóstol, y todos los semblantes hallábanse vueltos hacia él.

Pedro á la sazón estábales hablando en voz baja.

Vinicio miró á Pedro con una especie de temor supersticioso, casi comparable al que había sentido en el curso de su delirio febril.

A su mente venía la idea de que aquel sueño era un trasunto de la realidad; que ese hombre de cabello cano, recién llegado de lejanas playas, le iba realmente á arrebatar á Ligia y á llevársela, por senderos desconocidos, quién sabe a dónde.

Abrigaba asimismo la certidumbre de que el anciano estaba hablando de él, acaso disponiendo el plan para separarle de Ligia, pues parecíale imposible que pudiese alguien tratar de otra cosa.

Así pues, llamando en su auxilio toda su presencia de ánimo, concentró la atención escuchar las palabras de Pedro.

Y pudo convencerse de que se había equivocado, pues el Apóstol estaba otra vez hablando acerca de Cristo.

—Viven sólo invocando ese nombre,—pensó Vinicio.

El anciano refería á la sazón cómo se habían apoderado de Cristo.

—Vino una compañía,—dijo, —y algunos siervos del sacerdote, con el fin de apoderarse de El. Cuando el Salvador preguntó á quién buscaban, ellos contestaron: « — A Jesús de Nazaret » Pero, cuando El les dijo: —«Yo soy», cayeron al suelo y no atreviéronse á poner sobre él las manos. Solamente después de la segunda interpelación apoderáronse de El.

Y aquí el Apóstol se detuvo, estendió las manos hacia el fuego y prosiguió: —La noche estaba fría, como esta, pero el corazón me saltaba dentro del pecho. Así, pues, sacando una espada para defenderle, corté una oreja al sirviente del sumo sacerdote. Y le habría seguido defendiendo más que á mi