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QUO VADIS

Antes, como generalmente sucede en los sentimientos y en las cosas de la vida, él había sido, como todas las gentes de su época, un egoista insensible y ciego, que sólo pensaba en sí mismo; al presente comenzaba ya á pensar en ella.

Así, pues, transcurridos algunos instantes, no quiso tomar más alimento, y aún cuando la compañía de la joven y su vista le causaban una complacencia sin límites, la dijo: —Basta ya. Vé á descansar, divina mía.

—No me llames de ese modo,—contestó Ligia. —No es propio que yo escuche de tu boca tales palabras.

Sin embargo, en seguida le miró con rostro sonriente, y le dijo que ya no tenía sueño ni fatiga, y que no se retiraria á descansar hasta que no llegara Glauco.

El oía las palabras de la joven cual si fueran dulce música; y su corazón se ensanchaba á influjo de una creciente alegria, de una gratitud creciente, al paso que en su imaginación se debatían con afán multitud de ideas encaminadas á patentizar á la joven, de la más propia manera, esa gratitud y esa alegría.

—Ligia,—la dijo después de algunos momentos de silencio; yo no te había conocido antes. Solo ahora me he dado cuenta de que deseaba alcanzarte por medios reprobados. Así, pues, ahora te digo: Vuelve á casa de Pomponia Graecina y descansa en la seguridad de que en adelante no habrá ninguna mano que se levante contra ti.

Una nube de tristeza veló al punto el rostro de la joven, y contestó: —Dichosa me sentiría si llegase á verla, aún cuando solo fue e á cierta distancia; mas ya no puedo volver á su casa.

—¿Por qué?—preguntó Vinicio con asombro.

—Los cristianos sabemos, por intermedio de Actea, lo que sucede en el Palatino. ¿Acaso no ha llegado á tu cono-