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QUO VADIS

En su mente concertaba argumentos encaminados á la refutación de sus enseñanzas, é interiormente resistíase á prestar asenso á sus ideas. Sin embargo, deseaba verle y escucharle.

Pero Pablo habíase marchado á Aricia, y como las visitas de Glauco eran cada vez más raras, Vinicio se consumía en una soledad permanente.

De nuevo empezó entonces sus antiguas excursiones, que ahora hacía de preferencia por las calles inmediatas al Suburra y por las callejuelas del Trans Tiber, con el secreto anhelo de ver á Ligia, siquiera fuese á distancia.

Y cuando perdió hasta esa esperanza, el tedio y la impaciencia empezaron á morderle el corazón.

Por último llegó un momento en que se dejó sentir en él su indole anterior, con la pujante fuerza de la ola, que á poco de efectuar su sordo retroceso, se lanza impetuosa nuevamente hacia la playa.

Parecíale que había sido un necio, sin provecho alguno, al llenarse la cabeza de ideas que sólo causaban pesares, y que debía aceptar de la vida lo que la vida le brindara.

Y resolvió olvidar á Ligia, ó por lo menos buscar el placer y el disfrute de otras satisfacciones que no podía ella procurarle.

Presintió, empero, que esta prueba habría de ser final y decisiva: por eso entregóse á ella con toda la ciega energía impulsiva que le era peculiar.

La vida misma, que en él bullía con los bríos de la juventud, impelíalo á ese nuevo camino extremo.

La ciudad, adormecida y despoblada en el invierno, empezó á revivir ante la esperanza del ya próximo regreso del César.

Un solemne recibimiento le aguardaba.

Y entretanto, había llegado la primavera y disipádose la nieve de los Montes Albanos al soplo de los vientos del Africa. Los céspedes de los jardines hallábanse cubiertos de violetas. Las plazas y el Campo de Marte veíanse á