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QUO VADIS

tar sus agradecimientos por los cuidados de que fuera objeto en aquella casa el hijo de su hermana, agregando que la gratitud era el sólo móvil de aquella visita, para la cual había alentado además la antigua amistad que lo ligaba á Plaucio.

Este, á su vez, le aseguró que en su casa sería siempreun bienvenido huésped; y en cuanto á gratitud, declaró que á él animábalo el propio sentimiento para con Petronio, aun cuando estaba cierto de que éste no adivinaría por el momento la causa.

En efecto, no la adivinaba Petronio. En vano alzaba hacia arriba sus pardos ojos, en su empeño por recordar el más mínimo servicio que hubiera prestado á Plaucio ó á cualquiera otra persona. Ninguno venía á su mente, á no ser que fuera el que intentaba prestar ahora á Vinicio.

De manera que el aludido por Aulio había podido en realidad prestarlo él involuntariamente, pero sólo involuntariamente.

—Siento gran afecto y estimación por Vespasiano, cuya vida salvaste,—dijo Aulio,—cuando tuvo la desgracia de dormirse mientras escuchaba los versos de Nerón.

—Buena fortuna fué la suya al no escucharlos,—replicó Petronio; pero no he de negar que la cosa pudo tener un desenlace fatal. Barba de Bronce deseaba irremisiblemente enviarle un centurión' portador del amistoso anuncio de que se abriese las venas.

—Pero tú, Petronio, le hiciste desistir de ese empeño, haciendo mofa del asunto.

—Así es; mejor dicho, no es así. Dije á Nerón, que si Orfeo hacía dormir con su canto á las bestias feroces, el triunfo suyo era igual, puesto que había logrado adormecer á Vespasiano. A Enobarbo puede censurársele, á condición de que a una ligera crítica se agregue una gran lisonja. Nuestra graciosa Augusta, Popea, sabe esto á la perfección.

—Ay! Tales son los tiempos—exclamó Aulio.—A mí