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QUO VADIS

derroteros; empezó á encomiar el buen gusto que reinara en aquella casa.

—Es una antigua casa,—dijo Plaucio, en la cual no se ha hecho cambio alguno desde que yo la heredé.

Cuando se hubo corrido la cortina que separaba el atrium del tablinum, pudo verse la casa abierta desde un extremo al otro, de manera que á lo largo del tablinum, y del peristilo que le seguía, y del vestíbulo situado á continuación y que llevaba el nombre de oecus, (1) la mirada se extendía hasta el jardín, que visto á esa distancia semejaba un cuadro brillante colocado en un obscuro marco. Desde allí risas alegres é infantiles llegaban hasta el atrium.

—¡Oh, general!—dijo Petronio.—Permite que escuchemos más próxima á nosotros esa risa placentera que tan raras veces suele oirse en estos días.

—Con mucho gusto,—contestó Plaucio levantándose.—Son mi pequeño Aulio y Ligia, que están jugando á la pelota. Por lo que á la risa toca, creo, Petronio, que toda nuestra vida se emplea en ella.

—La vida solo risa merece, por eso las gentes se rien de ella,—contestó Petronio.—Pero la risa en tu casa tiene un timbre diferente.

—Petronio pasa días enteros sin reir,—dijo Vinicio,pero en cambio después rie noches enteras.

Así conversando, recorrieron la casa en toda su extensión y llegaron hasta el jardín, donde Ligia y el pequeño Aulio jugaban con pelotas que esclavos destinados exclusivamente á ese juego y llamado spheristan (jugadores de pelota,) recogían y ponían en sus manossu encuentro á Petronio dirigió una mirada rápida, fugaz, á Ligia; el pequeño Aulio, al ver á Vinicio, corrió saludarlo; pero el joven tribuno siguió sin detenerse hasta llegar delante de la hermosa niña, á quien saludó con una (1) Sala, pieza para hacer su labor las mujeres. El comedor.