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QUO VADIS

quistar. Los dioses mismos persiguen esa felicidad; natural es entonces que yo tambien. ¡Oh, Ligial que hasta ahora no he conocido el amor, siga los pasos de los dioses.

También yo busco á la que habría de darme la verdadera felicidad..

Aquí calló Vincio; y por espacio de algunos instantes no se escucharon otros ruidos que los que hacía el pequeño Aulio al arrojar piedrecillas al agua para asustar á los peces. Después de un rato, Vinicio repuso con voz aun más baja y contenida.

—Pero tú conoces á Tito, el hijo de Vesperiano, ¿verdad?

Dicen que acababa apenas de salir de la pubertad, cuando sintió por Berenice tal amor, que el sentimiento le arrancó la vida. También yo podría amar asi, joh, Ligia! La fortuna, la gloria, el poder, son solo humo, vanidad! El hombre rico encontrará siempre otro hombre más rico que él; la mayor gloria de otro hombre ha de eclipsar la del hombre famoso; los fuertes, vencidos serán por otros más fuertes que ellos. Pero, ¿podría acaso el mismo César, podría cnalquier dios, esperimentar delicia mayor, ó mayor felicidad que la de un simple mortal en el instante en que sobre su pecho siente el aliento de otro pecho amado ó en que besa unos adorados labios? ¡De ahí que el amor nos haga iguales á los dioses, oh, Ligia! .

Ella escuchaba con cierta alarma, con asombro, y al mismo tiempo sonaban esas palabras á sus oidos cual si fuesen las notas de una flauta griega ó de una citara.

Parecíale por momentos que Vinicio estaba entonando una especie de canto maravilloso que iba infiltrándole por los oidos, agitando su sangre, penetrándole hasta el corazón y llevando hasta él una especie de desmayo y de temor, á la vez que una delectación antes no comprendida. Parecíale también que Vinicio la estaba hablando de algo que vivía dentro de su ser desde antes, pero de lo cual no había podido hasta entonces darse cuenta. Comprendía que él estaba despertando en su alma lo que había existido en