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QUO VADIS

una primavera, sino también un alma radiante que destellaba al través de su cuerpo de rosa, como la llama al través del cristal de una lámpara.

—Vinicio tiene buen gusto,—pensó,—y mi Crisotemis se remonta al sitio de Troya.

Y volviéndose hacia Pomponia: —Ahora comprendo, domina, que al lado de esos dos seres, prefiráis vuestra casa al circo y á los festines del Palatino.

—Sí,—respondió Pomponia con los ojos fijos en Aulo y Ligia.

El jefe de la casa se puso á contar la historia de la joven y cuanto sabia, por Atelio Hister, acerca de aquellos ligios, esparcidos en las brumas septentrionales.

Los jugadores, á todo esto, habían cesado. Luego de dar unos pas sentáronse en un banco, cerca de la piscina.

Bien pronto el niño se apartó para agitar los pecesillos, y Vinicio reanudó la conversación empezada durante el paseo.

—Sí,—decía con voz temblorosa y muy bajito,—apenas dejé la toga pretexta (1), me enviaron á las legiones del Asia. No he podido conocer la ciudad, ni la vida ni el amor.

Sé de memoria un poco de Anacreonte y de Horacio; pero no puedo, como Petronio, repetir versos cuando la razón hállase supeditada por la admiración é incapaz de encontrar siquiera palabras propias con que espresar lo que se siente. Cuando niño frecuenté la escuela de Musonio, quien me enseñó que la felicidad consiste en desear lo que los dioses desean y que por consiguiente ella depende de nuestra voluntad. Creo, sin embargo, que existe algo más, algo de mayor precio y magnitud, y que no ésta subordinado á la voluntad, algo que solo el amor puede con(1) Vestidura talar guarnecida en su parte inferior con una tira de púrpura, que llevaban en Roma los jóvenes nobles de ambos sexos hasta la edad de 17 años.