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QUO VADIS

Siguióse un instante de silencio; en seguida el general prosiguió: —Ve que consecuencias trae el admitir que transpasen los umbrales de nuestro hogar gentes sin conciencia ni honor.

Maldecido el instante en que Vinicio penetró en nuestra casa, pues ha sido él quien trajo á Petronio. ¡Pobre de Ligia, porque esos hombres no buscan en ella un rehén, sino una concubinal Y el discurso del general hizose más silbante que de ordinario, á consecuencia de la ira impotente que lo inspi raba y del pesar que sentía por la pérdida de su hija adoptiva. Una sorda lucha agitaba su alma en esos momentos, lucha cuya tremenda intensidad revelaban sus puños convulsivamente apretados.

—Hasta ahora he venerado á los dioses,—dijo;—pero en este momento creo que ya no reinan ellos sobre el mundo, sino que los supedita ese monstruo malvado y protervo llamado Nerón.

—Aulio, —dijo Pomponia;—Nerón apenas es un puñado de infecto lodo ante la majestad de Dios.

Pero Aulio empezó á dar largos paseos sobre el pavimento de mosaico de la pinacotheca. Su vida estaba llena de grandes hechos, mas no de grandes infortunios: de ahí que no estuviese habituado á ellos. El viejo soldado había cobrado más afición á Ligia de la que alguna vez pudo imaginarse, y ahora no se podía familiarizar con la idea de perderla; por otra parte, sentíase humillado. Pesaba ahora sobre él, una mano que despreciaba; y al mismo tiempo comprendía que ante el poder de esa mano, el poder suyo era nulo.

Cuando por fin pudo sofocar dentro de su pecho la cólera que perturbaba la hilación de sus ideas, dijo: —Creo que Petronio no nos la ha arrebatado para llevársela al César, pues por seguro que jamás querría él ofender á Popea. Por consiguiente, la ha tomado para sí ó para Vinicio. Hoy mismo he de saber esto.