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QUO VADIS

Y se puso á escribir la carta que hizo perder al viejo general hasta los últimos restos de su esperanza.

CAPÍTULO VII

Hubo un tiempo en que las más altas cabezas de Roma inclinábanse delante de Actea, la anterior favorita de Nerón. Pero ni aun en aquella época de su vida demostró ella nunca el menor deseo de intervenir en la cosa pública, y si alguna vez hizo entonces valer su influjo sobre el joven gobernante, fué tan solo para implorar clemencia en favor de algún condenado. Apacible y modesta, se conquistó la gratitud de muchos y no se hizo ningún enemigo. Ni la misma Octavia pudo aborrecerla. Hasta para los que la envidiaban parecía ser absolutamente inofensiva. Era sabido que seguía amando á Nerón con un amor resignado y doliente, que ya no vivía de esperanzas, sino de recuerdos de aquel tiempo en que el César era no solo más joven y amante, sino mejor. Sabido era también que ella no podia apartar su alma ni su pensamiento de esos recuerdos, á pesar de que nada esperaba ya; y como no había ni el más ligero temor fundado de que Nerón pudiese volver á ella, se la miraba como persona del todo innocua y por lo mismo dejábasela en paz. Popea la consideraba simplemente como á una sirvienta pacifica, tan poco peligrosa, que ni siquiera una sola vez intentó hacerla salir de palacio.

Pero como el César la había amado un tiempo y luego dejádola sin hacerle agravio, de una manera tranquila y hasta cierto punto amigable, se la guardaba siempre algún respeto. Nerón, cuando la hubo manumitido, le permitió seguir viviendo en palacio y hasta le asignó departamentos especiales y unos pocos sirvientes. Y asicomo en un mpo y Narci aunque libertos de Claudio, no solo tenían asiento en las fiestas de éste, sino que llegaron á ocupar sitios de honor como poderosos ministros suyos,