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QUO VADIS

que lo casaran, ordenando á los flamens (sacerdotes) que observaran en la ceremonia del matrimonio todas las ritualidades,—habíase arrodillado ahora á sus pies.

Pero Nerón dirigía con empeño la vista á Petronio, cuyo elogio siempre anhelaba recibir antes que el de cualquier otro cortesano. Petronio dijo: —Si se trata de la música, Orfeo en este momento debe estar tan amarillo de envidia como Lucano, que se halla aquí presente; y en cuanto a los versos, siento que no sean peores; si lo fueran, podría yo encontrar palabras adecuadas para hacer su elogio.

No tomó á mal Lucano el epiteto de envidioso que le había dado Petronio; al contrario, dirigió á éste una mirada de gratitud y afectando mal humor, empezó á murmurar así: —¡Maldito destino, que me obligó á ser contemporáneo de semejante poetal A no ser así, yo podría ocupar un sitio en la memoria de los hombres y en el Parnaso pero nó, ahora estamos destinados á apagarnos como una vela ante la luz del sol.

Petronio, que tenía una memoria sorprendente, empezó á repetir extractos del himno y á citar versos sueltos, á encomiar y analizar las más bellas expresiones. Lucano, haciendo como que deponía ú olvidaba su envidia ante los encantos de la poesía, unió su éxtasis á las palabras de Petronio.

En el semblante de Neron se reflejaban la satisfacción y una insondable vanidad, que no solo se acercaba á la estupidez, sino que llegaba hasta ella perfectamente. Les indicó los versos que consideraba él más hermosos; y finalmente empezó á consolar á Lucano, instándole á que no perdiera el ánimo, porque cualquiera que fuese la condición en que nacía un hombre, el homenaje que las gentes rendían á Júpiter no excluía el respeto á otras divinidades.

En seguida levantóse para conducir á Popea, quien, ha-